domingo, 9 de octubre de 2011

Es un espejismo que nos hace sentir que cuando obtengamos la siguiente meta, seremos felices




El ego, como unidad separada, vive en la carencia, tiene la sensación básica de estar incompleto, por tanto desea.

Desea cosas, desea experiencias, desea conocimientos, desea siempre algo distinto a lo que está siendo el momento, desea lo que tienen los demás. Este es el sustrato inicial de la envidia.
Vive en una constante intranquilidad que no le permite disfrutar ni vivir en el aquí y el ahora, puesto que siente que a cada momento le falta algo.
Siempre es más bonito el pasto del vecino.
Si pensamos en el ejemplo del vaso con agua hasta la mitad, el ego atiende a la mitad que falta e ignora todo lo que tiene.
Esta carencia le impulsa al permanente movimiento, a buscar, a conocer, a poseer. Un movimiento cuyo impulso no tiene su raíz en la esencia, sino que en la carencia.
Se trata de una inquietud permanente e insaciable que no nos permite parar y atender al flujo del alma. Es un espejismo que nos hace sentir que cuando obtengamos la siguiente meta, seremos felices; pero cuando ésta llega, aparece otra y otra, lo cual nos lleva a vivir una permanente frustración y desazón.
En gran parte la cultura consumista se apoya en esto, aprovecha la insaciabilidad del ego para crear ilusiones de más y más necesidades. Cuando destruyamos todos los bosques y contaminemos todos los ríos, quizás llegue el momento de darnos cuenta que hubiéramos necesitado mucho menos para vivir en plenitud.
Uno de los índices que nos permiten saber si estamos focalizados en el ego es la sensación de que no somos ni tenemos lo suficiente. Pensamos que si estudiamos mucho, seremos felices cuando obtengamos un título, pero lo obtenemos y no somos felices puesto que aparece otra carencia a satisfacer en el horizonte: seremos felices cuando compremos un auto, lo hacemos y no somos felices, aparece otra cosa, en esto se nos va la vida.
El Buda afirmaba que en la base de todo sufrimiento está el deseo. Nos hace sufrir por la ansiedad que genera. Si no conseguimos lo que queremos, sufrimos por la carencia, si lo obtenemos, sufrimos, porque no nos satisface del todo y se despierta otra cadena de deseos.
La vivencia del alma es opuesta, vibra en la totalidad, en la unión, en la generosidad, en lo pródigo de la vida. No importa cuanto se tenga, en cada minuto se está en la abundancia.




PATRICIA MAY