LA PAREJA EMERGENTE
La pareja como la hemos concebido hasta el momento ya no nos sirve. Lo demuestran los índices de separaciones. Pero sobretodo la insatisfacción, la falta de encanto y la resignación en que viven muchas parejas estables, cual si llevaran un peso que no les queda otra opción que soportar.
¿Qué nos está ocurriendo? ¿qué estamos necesitando ? ¿existe aún espacio para ese encuentro, para esa compañía, para ese otro solidario con quien iremos, no ahogando, sino reencantando el vivir? ¿Porqué el vivir en pareja o familia tendría que necesariamente ser rutinario si estamos vivos, despiertos al movimiento interno y externo, compartiendo la vida como un proceso de crecimiento y realización personal y familiar ? ¿Porqué todos los días tienen que ser iguales, si cada día somos distintos ? ¿Existe aún esperanza para una vida en pareja estable que sea nutricia y, simplemente, feliz ?
La crisis de la pareja tiene que ver con la búsqueda en la que se encuentra el ser humano contemporáneo. Tiene que ver con ese desasosiego que nos está llevando a buscar razones o inspiraciones más profundas para vivir que una condición económica estable, o que casarse y tener hijos; es decir lo que llamaríamos una vida centrada en formas consensuales.
Para el observador comprehensivo no cabe duda que en las últimas décadas ha venido surgiendo, junto con la cultura alienante en que vivimos, un ser humano más despierto, más autoconsciente, necesitado de un vivir pulsante que lo involucre en un proceso de evolución y crecimiento personal, de un sentido de vida de aporte al medio. A esa persona inquieta, en búsqueda, en evolución, ya no le sirve ese otro que lo manipula, que lo utiliza para cubrir sus carencias, que lo obstaculiza, con el cual no hay una comunicación que involucre a la médula de sus procesos y aspiraciones. Ya no puede cosiderar realmente como pareja a alguien que vive como autómata repitiendo los días y dando su salud e integridad por valores que le harán parecer bien ante los demás. Son personas que anhelan hacer de su vida una actualización de los mensajes de su internidad, aún cuando eso les signifique vivir contra la corriente.
Esa persona busca a una pareja que pueda realmente erguirse en un cómplice, en un compañero. Busca a otro que esté involucrado en una vida de expresión del Ser y no del parecer; busca a otro cuya inspiración de vida sea más importante que el “deber ser” de status y éxitos de nuestra cultura.
La pareja emergente está unida por un núcleo sólido que tiene que ver con el sentido del vivir, con el aporte o la entrega que cada uno y ambos unidos, hacen al mundo. En esta pareja las problemáticas vitales, los desencuentros, los roces de carácter, las crisis y conflictos de cada uno se ordenan bajo una cúpula mayor que lleva a resolver las cosas, a ceder, a cambiar entendiendo que aquello que los une es más abarcante y fuerte que los roces de carácter.
Para llegar a esto, se necesitan dos en el mismo baile, en que ambos están dispuestos a moldearse, a trabajarse, a cuestionarse en orden a irse afinando cada vez más con el propósito de vida que brota del centro de su ser. Así es como las crisis y los momentos difíciles no son tan importantes, o no son lo más importante. Lo realmente importante es no perder el eje y la inspiración que le dá a la pareja su razón profunda para estar juntos.
Ir hacia esto requiere de una PRÁCTICA CONTÍNUA, de una revisión personal constante y de momentos de silencio, externo y del barullo mental, para reencontrarse con el centro puro de nuestra conciencia desde donde emana nuestro sentido de vivir.
Dos seres humanos que no encadenan al otro, que le permiten vivir sus ciclos, que están allí para darse mutuo y desinteresado impulso en la expresión de su ser constituyen un núcleo de aporte tan importante para los demás que se convierten en un foco natural de acogida, creatividad y bien para el mundo.
Cuando los propósitos, el sentido del vivir , el aporte personal al mundo se acompaña con otro ser humano, tenemos a la pareja unida desde el cuerpo al alma, desde el goce más básico y cotidiano al sentido de existir.
LA PAREJA EMERGENTE 2
Las parejas muchas veces anhelan esos tiempos primeros de arrobamiento y magia en que el otro era simplemente un ser único y especial. Sin embargo, sabemos que eso dura poco. El enamoramiento es un estado apasionante, pero también engañador en que el ser amado no es “ese”, sino la construcción y proyecciones que yo hago de él. La pareja que perdura necesita ser capaz de sobrevivir al cese de la ilusión y aprender a amar a otro ser humano real, tan real como yo misma y hacer del camino juntos un proceso de superación personal , de alegría y de un hacer conjunto en bien del medio en que nos desenvolvemos.
La pareja está compuesta de personas y, no cabe duda que si queremos ir a gestar parejas plenas, necesitamos personas que tengan un concepto vital de irse haciendo en el camino. Que estén dispuestas a mirarse, a trabajarse, a ponerse en duda, a cambiar. Es muy difícil perdurar unidos en felicidad, sino hay de parte de las personas involucradas una actitud de superarse, de escuchar y de aceptar a otro ser distinto, pero tan válido como yo. Sustentar el concepto que a través del tiempo será preciso limar asperezas, adaptarse, ceder en las formas, pero no en el fondo sustancial de lo que soy.
La pareja de los tiempos venideros no puede construirse en base a la renuncia de ninguna de las dos personas a los aspectos que dan sentido a su vida y por tanto será importante coordinarse para que ambos puedan realizar su impronta vital. Para ello se precisa de personas que no renuncien a su más íntimo sentido del vivir y que apoyen al otro en lo que es importante para él, aún cuando eso implique renuncias a valores secundarios como el dinero, el status, la imagen etc. Se requiere de la valentía de romper los esquemas de ser “como hay que ser”, para en conciencia ser lo que nosotros queremos ser. Una pareja que se apoya mutuamente, que estimula al otro a dar los pasos necesarios en su expresión personal, sin por ello abandonar la propia realización. Una pareja dispuesta a sacrificarse en pos de logros vitales, que no se acomoda, ni se queda en un estado por miedo, una pareja que hace de lo escencial, la expresión del Ser, lo importante y no los narcisismos y apariencias propias de nuestra cultura.
Personas que entienden al otro en su proceso y la médula de sus problemáticas personales y más que condenar sus errores se ayudan a ver con claridad los obstáculos de cada uno. Una convivencia en que los roces de la vida cotidiana son entendidos como oportunidades de verse mejor , superando condicionamientos y traumas, miedos y rencores, y trabajarlos en la comprensión que ambos necesitan estar en continua actitud de revisión y superación de los límites que nos esclavizan.
Es posible que esto suene a idealizaciones, sin embargo es el tipo de pareja que corresponde a tiempos nuevos, en que muchos seres humanos se abren a vivir la vida en la comprensión de que estamos aquí para evolucionar, para colaborar y poner nuestras capacidades creativas en pos de un mundo mejor.
Personas que viven la vida en un continuo y cíclico proceso de completarse, de integrarse y por tanto continúan la relación con el otro no porque lo necesiten para cubrir sus carencias, o para recibir los estímulos que por sí solos no pueden darse, o para repetir las historias traumáticas de su pasado. No cabe duda, esto es fruto de un trabajo personal conscientemente dirigido hacia la ampliación de la conciencia personal, a ser íntegro, a optar el modo de vivir, no como un esclavo de las propias carencias, sino en conciencia de lo que se anhela.
Personas que viven la vida en un continuo y cíclico proceso de completarse, de integrarse y por tanto continúan la relación con el otro no porque lo necesiten para cubrir sus carencias, o para recibir los estímulos que por sí solos no pueden darse, o para repetir las historias traumáticas de su pasado. No cabe duda, esto es fruto de un trabajo personal conscientemente dirigido hacia la ampliación de la conciencia personal, a ser íntegro, a optar el modo de vivir, no como un esclavo de las propias carencias, sino en conciencia de lo que se anhela.
Aquellos que encuentran el eje de su vivir en su propio centro y que optan por compartir su vida con otro ser humano por la creatividad mutua y el amor compartido.
VUELO EN PAREJA 1
Mientras más diverso, rico y complejo es un sistema, más inestable se vuelve. Y es justamente esta inestabilidad lo que lo hace ir evolucionando, transformándose, en procesos que van de la crisis al equilibrio para retornar a la crisis y desde allí generar estados más comprehensivos. Los seres humanos vivimos al borde del caos, caminando en una cuerda floja tanto psíquica como biológicamente y es justamente esto lo que nos da una potencialidad enorme de ir gestando creatividades inesperadas y de dispararnos evolutivamente hacia manifestaciones crecientes de nuestro Ser en el mundo.
El cambio es, por tanto, algo que debemos aceptar como parte del juego, no podemos esperar que nosotros ni los otros sean estables y por tanto tampoco nuestras relaciones. Inevitablemente viviremos la vida haciendo procesos, cambiando. Lo que ayer era mi verdad y aquello hacia lo cual dirigía mi vida, hoy, que he descubierto visiones más integrales y profundas, ya no lo es.
No es sano tener la expectativa que la persona con que establecimos el compromiso de recorrer juntos la vida siga siendo la misma con el correr de los años: inevitablemente ambos mutaremos; si no lo hacemos es porque no estamos respondiendo al pulso interno, a la impronta del alma que nos impulsa a hacer procesos, aprendizajes, entregas, creaciones. Ni tampoco a los desafíos que nos presentan las circunstancias de la vida que nos llevan a cuestionarnos, a ampliarnos, a cambiar nuestras posturas. En el camino irán apareciendo nuevas inquietudes, crecimientos hacia zonas que no conocíamos, interés por estudios, trabajos, prácticas, relaciones.
En realidad es imposible, dar la connotación de inmovilidad a cualquier relación de nuestros tiempos a no ser que ella se funde en la represión y la obligación como posiblemente lo hacen muchos. Obligarse, forzar, reprimirse, postergarse o postergar con tal de mantener la imagen ante sí mismos y los demás de “pareja perfecta”.Esto no puede sino responder al miedo de la imagen ante los otros, o de la crisis personal o familiar que supondría mirar de frente la situación.
La posibilidad de que una pareja haga el vuelo de la vida con todos sus cambios, crisis, devenires, pasa por estar dispuestos a aceptar que todo irá mutando, mientras la conciencia se afinca en el sentido profundo del pacto que hicimos en algún momento de caminar juntos en la realización mutua de nuestro Ser para el bien personal, de la pareja, hijos, familia y el mundo en general.
En la inestabilidad es importante ser flexible. Ser equipo. Estar dispuesto a cambiar roles, vivir sin muchos esquemas de género, ir posicionándose de distintas maneras de acuerdo a las inquietudes y situaciones laborales, familiares y personales que va presentando la vida. En un mundo cambiante ya no es posible tener roles o posiciones fijas ni en las empresas, instituciones, grupos ni en la vida de pareja y/o familia.
Así, podemos entender la relación de pareja como una danza en que nos alejamos y acercamos, en que nos coordinamos y nos tensamos, encontramos y desencontramos. Sin perder de vista que sólo en la medida que estemos dispuestos a revisarnos, a cambiar de acuerdo a nuestras necesidades internas y circunstanciales, y a apoyar el cambio y las crisis de la otra persona, es que podremos encontrar sentido a seguir juntos en una época que llama a soltar todos los compromisos en pos de la satisfacción inmediata de los impulsos egocéntricos.
La pareja “estable” es, en suma, profundamente dinámica, la muevan las fuerzas de la vida, como a la naturaleza , la muevan los impulsos venidos de mundos no conscientes que nos llaman a Ver, a Destapar, a ir más allá a trascender nuestro estado actual, es decir, a Vivir.
VUELO EN PAREJA 2
¿Porqué o para qué entrar en una relación de compromiso permanente con otra persona en épocas de tantos vaivenes y cambios? ¿Qué gano ligándome a otro, si la vida me ofrece tantas oportunidades de experimentación de acuerdo a los impulsos y deseos del momento, para qué cerrarme puertas si solo (a) puedo ser más libre y vivir sin ataduras? ¿No será mejor entrar en relaciones circunstanciales, sin compromiso de por medio, de modo que cuando se vaya el encantamiento volemos como mariposas en busca de otras flores?
Estas preguntas surgen con fuerza en una época en que la persona como individualidad cobra espacio y fuerza, en que los caminos se toman por libre opción y no tanto por una cuestión consensual. La exaltación de la individualidad si bien trae el riesgo del extremo egoísmo, también nos lleva a reflexionar y tomar opciones auténticas de acuerdo a nuestra conciencia y, desde allí obtener los aprendizajes desde nuestra verdad.
La opción por las relaciones fugaces y encantadas, si bien nos dan la impresión de una vida más flexible y libre, por otra parte, generan relaciones superficiales en que arranco cuando surge el obstáculo en vez de usarlo como un medio de enfrentarme, mirarme. Así sustituyo el hacerme cargo de la situación y vivir las crisis necesarias para transformarla, por evadir y escapar. Este tipo de opción en una persona adulta, en vez de generar amplitud y libertad, conduce a la restricción del propio ego y a la esclavitud de los propios deseos y obsesiones, puesto que sólo miro desde mí.
Comprometerse a vivir la vida con otro constituye un inmenso desafío y una oportunidad de expandir la propia limitación a través de las aperturas que el otro me aporta. Hacer la vida con otro es estar dispuesto a mirar el mundo desde su ventana, ampliando la perspectiva propia. Es estar dispuesto a acompañar, muchas veces sólo desde la observación sus cuestionamientos, dificultades, debilidades; es tener la oportunidad de asistir desde lo más íntimo al proceso de otra vida humana.
Hubo tiempos en que los fundadores de grandes filosofías espirituales entregaron el concepto de la pareja como una unión sagrada. Quizás podríamos rescatar algunos de ellos, como el sentido de unirse en pos de la realización espiritual de ambos, lo cual implica apoyar y estimular los procesos de autoconocimiento, servicio, autorrealización, entrega de cada uno en el medio, en un marco de respeto a los acuerdos básicos de fidelidad y exclusividad propia de la relación de pareja. Porque no nos unimos a otro para ahogar lo que somos, sino para encontrar un cómplice en la actualización de lo que Soy y el otro Es. Para apoyarnos y desde allí apoyar mutuamente el aporte que cada uno hace al mundo.
Vivirse esto en lo cotidiano no es fácil. No siempre tenemos las cosas tan claras, muchas veces manipulamos o somos manipulados, o no somos capaces de liberarnos de la rabia que el otro nos produce, o simplemente no queremos mirarnos y hacer cambios.
Para ello es preciso estar ante personas conscientes de sí mismas, de la vida como una oportunidad de evolución y aprendizaje Se requiere otro que esté dispuesto a vivirse la pareja como un desafío que lo interpela y lo hace mirarse y cambiar y no como otro le sustituye sus carencias.
Probablemente falte mucho para llegar a establecer este tipo de relaciones. Aún así, es importante tener la mirada clara para saber hacia donde tender nuestros esfuerzos, aún cuando los logros en relación a estos sean mínimos.
Por algo se empieza. Y lo que logremos hoy será un regalo para las generaciones venideras. Esto es vital porque la potencia de transformación y aporte de una pareja coordinada en relación a ciertos objetivos es enorme. Es una fuente de transformación del mundo en cualquier área que esta se enfoque un foco irradiante de bien personal y social.
PATRICIA MAY