lunes, 7 de noviembre de 2011

Dar no es lo mismo que sacrificarse. Si se da porque se cree que hay que hacerlo, no se está verdaderamente motivado por el yo superior


Pero es importante distinguir entre dar y sacrificarse. Un sacrificio se hace generalmente por algo, sólo se realiza para lograr algo. Cuando uno se sacrifica, da para obtener, y entonces actúa según el ego, que nos programa para creer que somos tan importantes y especiales que nos merecemos algo a cambio de lo que damos. El ego nos quiere engreídos, convencidos de que dar indica superioridad, como si la generosidad nos distinguiera de otras personas que no son tan generosas.
Por otro lado, si se da porque se cree que hay que hacerlo, no se está verdaderamente motivado por el yo superior. Eso también es obra del ego, que nos dice que somos mucho mejores que los que reciben y que ellos debe­rían darnos las gracias.
Sin embargo, dar con el fin de promover la tolerancia y el amor mediante nuestro yo sagrado es diferente. Cuando cultivamos una sincera aptitud para dar, que nace de la propia gratitud por los dones que se nos han dado, experi­mentamos en todo su esplendor la idea de que dar es reci­bir y recibir es dar. La experiencia de atender a las necesidades de los demás es una de las más dichosas que se pueden conocer. Recuerda lo emocionante que era hacerles regalos a tus padres, abuelos y hermanos. La gratitud que sentías por su felicidad era igual, o tal vez mayor, que la emoción de recibir regalos. ¿Por qué? Porque recibías cuando dabas.
¿Sabes?, es tu yo sagrado el que te capacita para sentir gratitud y para dar incondicionalmente. Es tu ego el que desea recompensa. Pero eso sólo ocurre porque es lo que el ego conoce, ya que sigues recompensándolo por mantener­te separado de tu presencia amorosa. Dale al ego la expe­riencia de conocer el amor y la tolerancia de tu yo superior, y automáticamente comenzarás a actuar del mismo modo en tu vida externa.

W. Dyer