Ir a estados crecientes de manifestación de la Luz o la Conciencia Pura es un proceso y éste se realiza en la vida. Por tanto, no hay ningún mapa que logre expresar la vivencia real, las dudas, crisis, aperturas gozosas y los abismos, las pérdidas y encuentros y las circunstancias concretas y únicas en que todo esto se da en la vida de cada uno. Además, muchas personas están en este proceso sin saberlo.
El Alma, al ir acrecentando su presencia en nuestras vidas, rompe certezas, descerraja candados, derriba muros en un transitar alejado de lo “perfecto”, lo aséptico o lo fácil. Es importante saber esto, pues en la espiritualidad “light” se tiene la idea que ésta es pura armonía, belleza, serenidad, que todo lo “feo” o duro queda fuera. Se cree que las personas, por acudir a los rituales de su religión, hacer algunas disciplinas de relajación o algunos rituales mágicos, se verán libres de enfermedades, problemas o dolor. Nada más lejos de esto, el despertar al Alma nos lleva a ver con ojo certero las claridades y oscuridades personales y del mundo, a entrar en tensiones y conflictos en relación a quiénes somos y qué estamos haciendo con nuestra vida, a sentirnos responsables por el estado del mundo y a vivir la vida concientes de los aspectos que tenemos que trabajar en nosotros y de cómo afectamos al medio.
El proceso hacia el Alma nos transforma por entero. Nos lleva a vivir con otro sentido e inspiración y nos obliga a manifestar nuestros aprendizajes en lo concreto, en las dificultades y oportunidades, en las pérdidas y ganancias, en el nacer y morir, en la vida cotidiana, en el modo en que vivimos el trabajo, la pareja, el dinero, los hijos, las relaciones, la sexualidad, el cuerpo, las emociones…en todos los ámbitos.