...y así queriendo ser como dioses, paradójicamente se alejan de Dios. Pierden la confianza en lo imprevisible, sorprendente y plural que la vida traza. Y quieren lo imposible en la orilla y a salvo, cuando el guión de toda vida es saltar al río, nadar con fuerza y luego entregarse a la potestad del río, de sus meandros y sus silencios, pero también de sus rápidos y sus turbulencias... al final todo aquello que tenemos lo perdemos, todo aquello que creemos ser se desvanece.
En la última y definitiva puerta nos soltamos a nosotros mismos, soltamos nuestras propia vidas. Y con suerte devolvemos agradecidos el préstamos de vida que la Vida nos concedió.... Cuando el yo queda colmado por su fuerza, colmado de su periplo, progresar significa regresar, recuperar el latido del profundo silencio en nuestro interior. La conciencia personal se rinde a sus limitaciones, y añora la gran conciencia, la gran inteligencia que va más allá... y ya no vivimos en nosotros mismos, sino que somos vividos por la vida. La vida deja de pertenecemos porque hemos depuesto la presidencia del yo y algo más grande nos ha tomado a su servicio... entonces nos volvemos... pura Presencia en el mundo. Nítida conformidad y complacencia con la realidad....