martes, 23 de agosto de 2011

Cuando mi alma llegó a la Escuela Tierra, eligió algu­nas lecciones difíciles. Me llevó muchos años aprender a ver las bendiciones ocultas en esas experiencias. Cuando pude comenzar a comprender sinceramente su finalidad, y a sentir gratitud por ellas, escapé de la oscuridad de la pri­sión en la que me había encerrado al sentirme una victima y entré en la luz de la libertad y la alegría.


La gratitud y la confianza están estrechamente ligadas. Para sentirme agradecida por todas las cosas y personas de mi vida necesito confiar en que el Universo tiene sentido, en  que todo lo que mi alma ha elegido experimentar durante esta vida es en definitiva para mi Mayor Bien. Confió en que, cuando parece que fracaso, sólo estoy aprendiendo. Me esfuerzo muchísimo por bendecir mi vida tal como es, tanto lo que llamamos triunfos como los supuestos desas­tres. Con frecuencia me viene a la mente un verso del poema de Kipling «Si»; «Si cuando te encuentras con el triunfo y el desastre logras tratar a esos dos impostores del mismo modo... ».
Cuando me recuerdo a mí misma que soy una alumna de la Escuela Tierra y que he elegido aquellas lecciones que van a favorecer el propósito de mi alma, estoy más dispuesta a bendecir todas las circunstancias de mi vida. Naturalmen­te, hay una parte de mí menos iluminada que a veces se pre­gunta: « ¿Por qué habré elegido esta desgracia?». Pero la gra­titud por la justicia definitiva del Universo y la confianza en ella son el mejor antídoto para las venenosas emociones de la autocompasión y el resentimiento. Me resulta imposible sentir gratitud y emociones negativas al mismo tiempo. Elisabeth Kúbler-Ross nos dice: «Si cubres los desfiladeros para protegerlos de los vendavales, jamás vas a ver la belleza de sus esculturas». He aprendido a bendecir y agradecer los vendavales que han dado forma a mi vida.

Cuando mi alma llegó a la Escuela Tierra, eligió algu­nas lecciones difíciles. Me llevó muchos años aprender a ver las bendiciones ocultas en esas experiencias. Cuando pude comenzar a comprender sinceramente su finalidad, y a sentir gratitud por ellas, escapé de la oscuridad de la pri­sión en la que me había encerrado al sentirme una victima y entré en la luz de la libertad y la alegría.

Aunque en mi certificado de nacimiento se estampó la palabra «ilegítima», ahora me siento agradecida porque sé que Dios no tiene ningún hijo ilegítimo. Reconozco la pre­sencia vivificadora de Dios y mi dignidad innata cuando llevo a cabo mis tareas legítimas en la Escuela Tierra. Aun­que de niña sufrí maltratos físicos y abusos sexuales, me siento agradecida porque ahora sé que mi espíritu es indes­tructible y no puede dañarlo nada que se haga al Traje que llevamos en la Tierra. Aunque he experimentado «fraca­sos» en mis relaciones, agradezco que todas ellas me hayan proporcionado oportunidades únicas para practicar el amor y el perdón, y para conocerme a mí misma con más profundidad. Me siento agradecida porque puedo apren­der de las relaciones después que han acabado.

Richard, mi hijo mayor, murió cuando tenia nueve años, y me siento muy agradecida porque sé que cada alma elige sus experiencias en la Escuela Tierra, entre ellas la forma y el momento de abandonar el plano terrestre, En realidad, la muerte no existe; el alma es eterna, no tiene edad, y el amor no conoce barreras de espacio ni de tiem­po. Robert, mi segundo hijo, casi murió a los dos años, y a consecuencia de la enfermedad que sufrió, le quedaron lesiones cerebrales. Me siento agradecida porque sé que Robert eligió esta lección en la Escuela Tierra y que yo, como madre suya, elegí tener esa experiencia con él. He sufrido mucho viéndolo debatirse entre la vida y la muerte, pero me ha necesitado y me ha reclamado, y así me ha enseñado el amor incondicional. ¡Qué regalo más fabuloso!

Al mirar mi vida retrospectivamente, veo la belleza que han esculpido los vendavales. Confío en que los retos presentes y futuros van a hacer que mi alma crezca más. Mi corazón está henchido de gratitud por todas las personas y todas las circunstancias de mi vida, porque ahora com­prendo su Finalidad Superior. Mi corazón rebosa de grati­tud por el Amor Divino que nos envuelve, nos guía, nos protege y nos sostiene a todos.


Julie Keene "Bendito sea todo !"  (del libro GRATITUD, de Louise Hay)