viernes, 13 de mayo de 2011

El ego necesita estar en conflicto con alguien o algo. Eso explica por qué buscas la paz, la alegría y el amor, pero no puedes tolerarlos por mucho tiempo. Dices que quieres la felicidad, pero eres adicto a tu infelicidad. En último término, la infelicidad no surge de las circunstancias de tu vida, sino del condicionamiento de tu mente.

Los hábitos mentales favoritos del ego, los que le fortalecen, son la queja y la reactividad. Buena parte de la actividad emocional-mental de muchas personas consiste en quejarse o reaccionar contra esto o lo otro. Ello hace que los demás, o la situación, estén «equivocados», mientras que tú «tienes razón».  Teniendo razón te sientes superior, y sintiéndote superior fortaleces tu sentido del yo. En realidad sólo estás fortaleciendo la ilusión del ego. 

¿Puedes  observar  estos hábitos dentro de ti  mismo y reconocer tu quejumbrosa voz interior por lo que es? 

El sentido del yo característico del ego necesita el conflicto porque su identidad  separada  se fortalece al luchar contra  esto o lo otro, y al demostrar que esto soy «yo» y eso no soy «yo». 
Es frecuente que tribus, naciones y religiones consigan fortalecer su sentido de identidad colectiva teniendo enemigos. ¿Quién sería  el «creyente» sin el «infiel»? 
En tus tratos  con otras  personas, ¿puedes detectar ligeros sentimientos de superioridad o inferioridad hacia ellas? Lo que estás viendo es el ego, que vive de la comparación. 

La envidia es un derivado del ego, que se siente disminuido cuando  a otra persona le pasa algo bueno,  o cuando alguien  tiene más,  sabe más  o puede hacer más que  tú. La identidad del ego  depende de la comparación y  siempre quiere  más. Se agarra a cualquier cosa. Si todo lo demás fracasa,  puedes fortalecer tu ficticio sentido del yo sintiéndote más maltratado por la vida o más enfermo que otras personas. 

¿Cuáles son las historias, las ficciones de las que derivas tu sentido del yo? La necesidad de oponerse, de  resistirse  y de excluir está incorporada a la estructura misma del ego, ya que esto le permite mantener el sentido de separación del que depende su supervivencia. De modo que «yo» voy contra el «otro», «nosotros» contra «ellos». 

El ego necesita estar en conflicto con  alguien o  algo. Eso  explica por qué buscas la paz, la alegría y el amor, pero no puedes tolerarlos por mucho tiempo.

Dices que quieres la felicidad, pero eres adicto a tu infelicidad. En último término, la infelicidad no surge de las circunstancias de tu vida, sino del condicionamiento de tu mente. 

¿Albergas  sentimientos de  culpa respecto a algo  que hiciste —o dejaste de hacer— en el pasado? 

Lo cierto es que actuaste de  acuerdo a tu nivel de conciencia, o más bien de inconsciencia, de aquel tiempo. Si hubieras estado más alerta, si hubieras sido más consciente, habrías actuado de otra manera. 

La culpa es otro intento del ego de crear una identidad, un sentido del yo. Al ego no le importa que el sentido del yo sea positivo o negativo. Lo que hiciste o dejaste de hacer fue una manifestación de inconsciencia, de la  inconsciencia humana. El ego, no obstante, lo personaliza y dice: «Yo hice aquello», y así te creas una imagen mental de ti mismo como persona «mala». 
A lo largo de la historia, los seres humanos han cometido incontables actos de agresión, crueldad y violencia hacia sus  semejantes, y  continúan realizándolos. 

¿Son todos ellos condenables? ¿Son todos culpables? ¿O  dichos actos son expresiones de la  inconsciencia, de una etapa evolutiva que ahora estamos dejando atrás? 


ECKHART TOLLE
(EL SILENCIO HABLA)