Cuando las personas empiezan a tener un mayor contacto con su esencia, vibran con una certeza de sí mismos, de lo que anhelan, de hacia dónde quieren ir en la vida, lo que muchas veces los lleva a entrar en crisis con los conceptos, definiciones del mundo y de la vida que hasta entonces habían sustentado.
Se vuelve tan potente la voz interior, que ya no se puede vivir al alero de creencias, dogmas o del “deber ser” que entrega el consenso social; ya no se soporta la máscara social, la apariencia, el dirigir la propia vida por objetivos exteriores de logro que una cultura elitista y materialista ha definido. El proceso es tan fuerte que no puede ser detenido y quienes lo hacen bloqueando sus inquietudes y búsquedas más profundas se enferman, ya sea física o psíquicamente. No estoy hablando aquí del actuar irresponsable impulsado por las emociones o pasiones pasajeras, sino que aquel llamado a ser coherente con la visión del alma que nos habla de la fuerza creativa y amorosa que une a todo lo que existe, de la esencia divina de toda existencia, de la necesidad de sentido más allá de nuestras necesidades personales.
Cuando esta vivencia de transformación radical se presenta en nuestro interior, las apariencias relacionadas con el dinero, con el estatus, con el intelecto, con el sacrificio por los demás, con la propia impecabilidad, con el drama personal o con el estar siempre bien, siempre mejor, o con los muchos caminos que toma el ego para sentirse avalado, seguro, amado, ya no nos sirven.
El proceso nos lleva a contactar con algo que somos o anhelamos en lo más profundo y que no tiene nada que ver con lo que estamos tratando de mostrar, que no tiene que ver con aquello que internalizarmos como lo que “deberíamos ser” para conseguir aprecio o seguridad en la vida, que es un auténtico impulso a liberarnos, a vivir desde la radiación interior que de verdad ama, que de verdad se siente impulsado a saber, a dar, a crear, pero no por conseguir ganar imagen, sino que por profunda necesidad de dar lo mejor de sí en el mundo.
El contacto con el alma nos lleva a cuestionarnos todo, a poner en duda todo aquello que han constituido nuestras maneras de “hacernos y amarnos” hasta el momento. Comenzamos a sentirnos en una prisión construida por nosotros mismos, a poner en duda nuestros valores, nuestras metas, nuestras opciones, a desarmar nuestro paradigma para intentar vivir desde una inspiración interior que nos llama a ser verdaderos, a realizarnos, a dar nuestra vida a una causa mayor.
Si estos procesos son muy difíciles para quienes los viven, son también sumamente incómodos para sus relaciones más cercanas, porque el otro se desacomoda, ya no encaja como antes en el molde social, al transformarse pondrá en duda el paradigma y los valores en que su entorno social vive.
Sin embargo, es una maravillosa oportunidad para que los otros también se cuestionen, se pregunten, vayan a profundizar en sus propias verdades, vean las contradicciones del esquema en que viven y se abran ante otras posibilidades de ser en la vida.
PATRICIA MAY
PATRICIA MAY
aporte de ROSSANA PICCOLETTI
GRACIAS ROSSANA !!!
GRACIAS ROSSANA !!!