Perdónate y perdona a los demás. Puedes hablar con otras personas mirándote en el espejo, sobre todo si temes hablar con ellas de determinadas cosas. Puedes limpiar y arreglar viejos asuntos pendientes con tus padres, jefes, médicos, hijos, amantes... Puedes decirles todas las cosas que no te atreves a decirles en persona; y acuérdate de finalizar la conversación pidiéndoles su amor y su aprobación, ya que eso es lo que verdaderamente necesitas.
Las personas que tienen problemas para amarse a sí mismas son casi siempre aquellas que no están dispuestas a perdonar, porque no perdonar cierra la puerta del amor. Cuando perdonamos y liberamos, no sólo nos quitamos de encima un enorme peso, sino que también abrimos la puerta hacia el amor a nosotros mismos. «Vaya peso que me he quitado de encima!», suele decir la gente. Bueno, pues, ciertamente era un gran peso y cargábamos con él desde hacía demasiado tiempo. El doctor John Harrison afirma que perdonarse a uno mismo y perdonar a los padres, en combinación con la liberación de pasadas heridas, cura más enfermedades de lo que jamás podrían curar los antibióticos.
Cuesta muchísimo que los hijos dejen de amar a sus padres, pero cuando lo hacen, les cuesta muchísimo más perdonarlos. Cuando no queremos perdonar, cuando no queremos liberar y olvidar, lo que hacemos es atarnos al pasado; si estamos atados al pasado no podemos vivir en el presente, y si no vivimos en el presente, ¿cómo podemos crearnos un glorioso futuro? La vieja basura del pasado sólo crea más basura para el futuro...
«Ahora me merezco todo lo bueno. Permito que mi vida se llene de buenas experiencias». Repite la nueva afirmación hasta que realmente se incorpore a tu vida.
También he visto que se operan enormes cambios en una familia cuando uno de
sus miembros hace afirmaciones. Muchas personas de las que asisten a las reuniones de los miércoles provienen de familias distanciadas. Literalmente no se hablan con sus padres. Les he hecho repetir la afirmación: «Tengo una relación maravillosa con cada uno de mis familiares; nos comunicamos con cariño, comprensión y sinceridad, incluso con mi madre» (o quienquiera que sea la persona con quien tienen el problema). Les recomiendo que cada vez que esa persona o la familia les venga a la mente, vayan al espejo y digan la afirmación una y otra vez. Es asombroso ver cómo los padres acuden también a la reunión tres, seis o nueve meses después.
Amémonos ya, ahora mismo
No esperes a haber arreglado las cosas para amarte. La insatisfacción contigo mismo es una pauta habitual. Si logras sentirte satisfecho contigo mismo ahora, si puedes amarte y aprobarte ahora, entonces serás capaz de disfrutar de lo bueno cuando venga. Una vez que aprendas a amarte a ti mismo, comenzarás a amar y a aceptar a los demás. No podemos cambiar a otras personas, de modo que dejémoslas en paz. Gastamos muchísima energía intentando hacer que los demás cambien. Si empleáramos la mitad de esa energía en nosotros mismos, podríamos llegar a actuar de otra manera, y entonces los demás reaccionarían también de modo diferente.
Uno no puede aprender en lugar de otra persona. Cada uno tiene que aprender su propia lección o enseñanza particular. Lo único que podemos hacer es aprender en nuestro propio nombre, y amarnos es el primer paso, con el fin de que el comportamiento destructivo de otra persona no nos destruya. Si mantienes una relación con una persona realmente negativa y que no desea cambiar, necesitas amarte lo suficiente para poder alejarte de ella.
...El objetivo que en mi opinión hemos venido a conseguir aquí es el amor incondicional, y para lograrlo debemos empezar por amarnos y aceptarnos a nosotros mismos.
No estamos aquí para contentar a otras personas o para vivir según sus directrices. Sólo podemos vivir a nuestra manera y caminar por nuestra propia senda. Hemos venido a realizarnos a nosotros mismos y a expresar el amor en su sentido más profundo. Tú estás aquí para aprender y crecer, y para asimilar y proyectar compasión y comprensión. Cuando abandones el planeta no te llevarás a tus amigos ni a tu pareja, ni tu coche, tu cuenta bancaria o tu trabajo. Lo único que te llevarás será tu capacidad de amar.
Louise Hay