sábado, 29 de enero de 2011

¿Conoces a ese tipo de persona cuya principal función en la vida parece ser la de ser desgraciada y hacer desgraciados a los demás, la de extender la infelicidad? Perdónales, porque ellos también forman parte del despertar de la humanidad. Representan una intensificación de la pesadilla de la conciencia egótica, del estado de no-rendicíón. En su función no hay nada personal. Ellos no son eso.

ACEPTACIÓN Y RENDICIÓN 



Cuando puedas, echa una «mirada» a  tu interior  para ver  si estás  creando conflicto inconscientemente entre lo interno y lo externo, entre las circunstancias externas del momento —dónde estás, con quién y lo que estás haciendo— y tus pensamientos y sentimientos. ¿Puedes sentir lo doloroso que es oponerse internamente a lo que es? 

Cuando reconoces este hecho, también te das cuenta de que ahora eres libre de renunciar a este conflicto fútil, al estado interno de guerra. 
Si verbalizaras tu realidad del momento, ¿cuántas veces al día tendrías que decirte: «No quiero estar donde estoy»? ¿Cómo te sientes  cuando no quieres  estar donde estás: en el embotellamiento, en tu puesto de trabajo, en la sala de espera del aeropuerto con la gente que te acompaña?

Sin duda es cierto que lo mejor que se puede hacer en ciertos lugares es salir de ellos, y a veces eso es lo más apropiado. No obstante, en muchos casos, no tienes la opción de irte. En esas situaciones, el «no quiero estar aquí», además de inútil, es disfuncional. Te hace infeliz y hace infelices a los demás. 

Ha sido dicho: dondequiera que llegues, allí estás. En otras palabras: estás aquí. Siempre. ¿Es tan duro de aceptar? 

¿Realmente necesitas etiquetar mentalmente cada percepción  sensorial  y cada experiencia? ¿Necesitas  tener esa relación reactiva de gusto o de disgusto 
ante la vida, que te lleva a estar  continuamente en conflicto con personas  y situaciones? ¿O se  trata únicamente  de un hábito mental profundamente arraigado que puedes romper? Sin hacer nada en particular; simplemente, dejando que este momento sea como es.

El «no» habitual y reactivo fortalece el ego. El «sí» lo debilita. Tu identidad en la forma, el ego, no puede sobrevivir a la rendición. 

«Tengo muchas  cosas que hacer.» Sí, pero ¿cuál  es la  calidad de tu hacer? Conducir yendo al trabajo, hablar con  los clientes, trabajar en el  ordenador, hacer recados, atender las innumerables cosas que constituyen tu vida... ¿Hasta qué punto eres total en lo que haces?  ¿Es tu acción una rendición o  una resistencia? Esto es lo que determina el éxito que consigues  en la vida, no la cantidad de esfuerzo que pongas. El esfuerzo implica estrés, tensión, necesidad
de alcanzar cierto punto en el futuro o de conseguir algún resultado. 

¿Puedes llegar a detectar en tu interior la más leve sombra de no querer estar haciendo lo que estás haciendo? Eso es una negación de la vida, y por ello no puedes conseguir un resultado verdaderamente exitoso. 
Si has  sido capaz de detectar esa negación en ti  ¿puedes  también dejarlo y ser total en lo que haces? 

«Hacer una cosa  cada vez»; así es como un maestro Zen definió la esencia 
del Zen. 
Hacer una cosa cada vez significa ser total en lo que haces, prestarle toda tu atención. Eso es acción rendida, acción poderosa. 

Tu aceptación de lo que es te lleva a un nivel más profundo, donde tanto tu estado interno  como tu  sentido del yo  no dependen ya de  que la mente los juzgue «buenos» o «malos». 

Cuando dices «sí» a la vida tal como es, cuando aceptas este momento como es, puedes sentir dentro de ti un espacio profundamente pacífico. 

Superficialmente puedes seguir sintiéndote feliz cuando hace sol y menos feliz 
cuando llueve; puedes sentirte feliz si ganas un millón de euros e infeliz si pierdes todas tus posesiones. Sin embargo, la felicidad  y la infelicidad ya no calan  tan hondo. Son olas en la superficie de tu Ser. La paz de fondo que hay dentro  de ti permanece  inmutable  en cualesquiera que  sean las condiciones externas. 

El «sí a lo que es» revela una dimensión de profundidad en ti que no depende ni de las condiciones externas ni de la condición interna de los pensamientos y emociones en constante fluctuación. 

La rendición se vuelve mucho más fácil cuando te das cuenta de la naturaleza efímera de todas las experiencias, y de que el mundo no puede darte nada de valor duradero. Entonces sigues conociendo gente, sigues teniendo experiencias y participando en actividades, pero sin los deseos y miedos del ego. Es decir, ya no exiges que una situación, persona, lugar o suceso te satisfaga o te haga feliz.  Dejas ser a su naturaleza pasajera e imperfecta. Y el milagro es que, cuando dejas de exigirle lo  imposible,  cada situación, persona, lugar o suceso se vuelve no sólo satisfactorio, sino también más armonioso, más pacífico. 

Cuando aceptas este momento completamente, cuando ya no discutes con lo que  es, el pensamiento compulsivo mengua y es remplazado por una quietud alerta. Eres plenamente consciente, y  sin embargo la mente no pone ninguna etiqueta a este momento. Este estado de no-resistencia interna te abre a la conciencia incondicionada, que es infinitamente mayor que la mente humana.

Entonces esta vasta inteligencia puede expresarse a través de ti y ayudarte, tanto desde dentro como desde fuera. Por eso, cuando abandonas la resistencia
interna, a menudo descubres que las circunstancias cambian para mejor.

¿Estoy diciendo: «Disfruta este momento. Sé feliz»? No. 

Permite que se exprese este momento tal como es. Eso es suficiente. Rendirse  es rendirse a este momento, no a una historia a través de la cual interpretas este momento y después tratas de resignarte a él. 
Por ejemplo, puede que estés tullido y que ya no puedas caminar. Tu estado es lo que es. 

Tal vez tu mente esté creando una historia que diga: «A esto se ha reducido mi vida. He acabado en una silla de ruedas. La vida me ha tratado con dureza, injustamente. No me merezco esto.» 

¿Puedes aceptar que este momento es como es y  no confundirlo con  la historia que la mente ha creado a su alrededor? 

La rendición llega cuando dejas de  preguntar; «¿Por qué me está pasando esto a mí?»

Incluso en las situaciones aparentemente más inaceptables  y dolorosas se esconde un bien mayor, y cada desastre lleva en su seno la semilla de la gracia. 
A lo  largo de la historia, siempre ha habido mujeres y hombres que, cuando tuvieron que hacer frente a grandes  pérdidas,  enfermedades, prisión o muerte
inminente, aceptaron lo aparentemente inaceptable, y así hallaron «la  paz que 
supera toda comprensión». 

La aceptación de lo inaceptable es la mayor fuente de gracia en este mundo. Hay situaciones en las que  todas las respuestas y explicaciones fracasan. La
vida deja de tener sentido. O alguien que está pasando un apuro viene a pedirte
ayuda, y tú no sabes qué decir ni qué hacer. 

Cuando aceptas plenamente que no sabes, renuncias a esforzarte por rencontrar respuestas con la mente pensante y limitada, y es entonces cuando una inteligencia mayor puede  operar a través de ti. En ese instante, hasta el pensamiento puede beneficiarse, porque la inteligencia mayor puede fluir a él e 
inspirarlo. 

A  veces, rendición significa  renunciar  a tratar de comprender  y sentirse cómodo en el desconocimiento.


¿Conoces a ese tipo de persona cuya principal función en la vida parece ser la de ser  desgraciada  y hacer desgraciados a los demás, la  de extender la infelicidad? Perdónales, porque ellos también forman parte del despertar de la 
humanidad. Representan una intensificación de  la pesadilla de la conciencia egótica, del estado de no-rendicíón. En su función no hay nada personal. Ellos no son eso. 

Uno podría decir que rendirse es la transición interna de la resistencia a la aceptación, del «no» al «sí». Cuando te rindes, tu sentido del  yo  pasa de estar identificado  con  una reacción o juicio mental a ser el espacio que  rodea a la reacción o al juicio. Es pasar de  identificarte con la forma —el pensamiento o emoción— a ser y reconocerte como aquello que no tiene forma, la conciencia espaciosa. 

Lo que aceptes completamente te hará sentirte en paz, incluyendo la aceptación de que no puedes aceptar, de que te estás resistiendo. 

Deja la Vida en paz. Déjala ser.

ECKHART TOLLE
(EL SILENCIO HABLA)