LAS COSAS ESTÁN AHÍ A TU ALREDEDOR debido a ti. Tú las atraes. Si sientes el infierno a tu alrededor, eres tú quien lo ha atraído. No te enfades por ello, no empieces a luchar contra ello; no sirve de nada. Lo has atraído tú, tú lo has invitado; ¡tú lo has creado! Y tus deseos se han realizado: lo que necesitabas, ahora está a tu alrededor. Y entonces empiezas a pelearte y a enfadarte. ¡Lo has conseguido!
Recuerda siempre que todo lo que ocurre a tu alrededor está enraizado en la mente. La mente es siempre la causa. Es el proyector, afuera sólo hay pantallas; tú te proyectas a ti mismo. Si te parece desagradable, entonces cambia la mente. Si sientes que cualquier cosa que procede de la mente es un infierno, una pesadilla, entonces abandona la mente. Trabaja sobre la mente, no pretendas arreglar la pantalla, no vayas pintándola, cambiándola. Trabaja sobre la mente.
Pero hay un problema, y el problema es que piensas que tú eres la mente. Así que, ¿cómo vas a dejarla? Sientes que puedes dejarlo todo, cambiarlo, volverlo a pintar, decorarlo de nuevo, volverlo a arreglar, pero ¿cómo vas a dejarte a ti mismo? Esta es la raíz de todo problema. Tú no eres la mente, estás más allá de ella. Has llegado a identificarte con ella, eso sí es verdad, pero no eres la mente.
Y este es el propósito de la meditación: darte pequeños vislumbres de que no eres la mente. Por unos momentos la mente para..., y ¡tú todavía estás ahí! Por el contrario, eres más, estás lleno de ser. Cuando la mente para, es como si se hubiera parado un drenaje que te estuviera constantemente drenando. De pronto la energía te desborda. ¡Sientes más!
Si te das cuenta de que la mente no está ahí, pero «yo soy», aunque sólo sea por un momento, habrás alcanzado el profundo núcleo de la verdad. Entonces será fácil abandonar la mente. Tú no eres la mente, de otra forma ¿cómo podrías abandonarte a ti mismo? Primero hay que abandonar la identificación, entonces puede abandonarse la mente.
Todo el método de Gurdjieff radica en cómo desidentificarse. La próxima vez que tengas un deseo, obsérvalo. Di para tu interior: «Voy a observar adónde va esta mente». Y al estar mirándolo sentirás una distancia. ¿Quién es este observador, el espectador? Y el deseo se mueve y crea sueños.
A veces, puede que te olvides y te vuelvas uno con el deseo. Céntrate de nuevo, mira otra vez el deseo: el deseo se mueve por sí mismo. Es como si hubiera aparecido una nube, ha surgido un pensamiento en el cielo de tu ser. Y recuerda, si puedes no identificarte aunque sea por un instante (el deseo está ahí y tú estás ahí pero hay una distancia), de repente hay iluminación, te llega una luz.
Ahora sabes que la mente funciona por sí misma, que es un mecanismo. ¡Puedes dejarla a un lado! Puedes usarla, o puedes no usarla; tú eres el maestro. Ahora el esclavo, el mecanismo, está en su lugar; ya no es el amo. Entonces es posible dejarlo. Sólo cuando eres diferente de algo, puedes abandonarlo. Meditar, atestiguar, sentarse en silencio y mirar la mente será de gran ayuda. Sin forzar, simplemente sentándose y observando. Sin hacer mucho, sólo observando, como se observa a los pájaros volando en el cielo. Sólo tumbándose en el suelo y observando, sin hacer nada, indiferente. Sin que realmente te concierna adónde van; van a su aire, van a lo suyo.
OSHO
EL LIBRO DE LA NADA